miércoles, 14 de diciembre de 2011

El último gángster del conurbano, una crónica de Rodolfo Palacios


En su época de apogeo criminal, cuando invertía en grandes negocios y en su casa había escondites con gruesos fajos de billetes de cien de dólares, el Gordo Valor soñaba con abrir una cadena de bares que llevara su nombre. Registró la marca y por entonces tenía un representante que planeaba vender muñequitos suyos y remeras con su imagen. A Valor lo animaba saber que en varios países los restaurantes llamados Al Capone o Lucky Luciano, los reyes de la mafia en los Estados Unidos de los años 20, se habían convertido en la atracción de comensales y curiosos. El Gordo se imaginaba vestido con traje negro, sentado a una mesa del fondo, con un vaso de Martini en la mano y rodeado de retratos de Al Pacino –en la piel de Scarface– y de Marlon Brando en El Padrino, sus películas favoritas.

Ahora, Luis Alberto Valor, alias el Gordo, 57 años, ex líder de la Superbanda que en los años ochenta y noventa robaba bancos y camiones blindados, está en la mala. Lleva poco más de dos años detenido por el intento de robo del country Olivos Golf Club, de Pablo Nogués, en el norte del conurbano bonaerense. Valor siempre negó haber planeado ese asalto. Sólo se hace cargo de voltear camiones a punta de fusil. También se asume como el ladrón más famoso del país. En la Argentina, decir Gordo Valor es sinónimo de ladrón pesado. Hasta los políticos lo usan como adjetivo descalificativo. Una vez, Lilita Carrió comparó a Néstor Kirchner con el Gordo Valor. También dijo que pactar con Eduardo Duhalde era lo mismo que pactar con Valor. El famoso ladrón se ríe de esas frases. No quiere hablar de política ni de políticos. Sólo dice: “Robé y estoy en cana. Hay políticos que son ladrones de guante blanco y siguen libres. ¿O acaso el corralito no fue el robo del siglo?”. Para muchos, Valor representa un estilo de ladrón que está en vías de extinción. “Puede ser, hoy por el paco te matan por un par de zapatillas. Se acabaron los códigos”, dice.

A 25 años de la formación de la Superbanda, Valor dice que no le quedó plata, sino sólo un pasado delictivo que regó de tiros las calles calientes del conurbano. En los ochenta, la Policía lo catapultó como “Enemigo público número uno”. Ese mismo mote recibió Al Capone, que contrabandeaba alcohol durante la Ley Seca y cayó no por matar sin piedad sino por evadir impuestos. Así como en su momento la Warner Brothers tentó al mafioso, Valor dice que un reconocido cineasta, a quien no quiere nombrar, le ofreció hacer una película sobre su vida.

“No me las doy de santo y jamás he matado a nadie. La fama lleva consigo mucho sufrimiento. Nunca he sido partidario de la violencia. He luchado, sí, pero he luchado por la paz”. Esa frase podría adjudicársele a Valor, pero esa especie de declaración de principios fue autoría de Al Capone.

–Capone se jactaba de tener un plan para combatir el crimen. ¿Usted tiene uno?

–No. Pero al igual que a él, quien es uno de mis ídolos, a mí la fama me costó caro. El crimen se combate con honestidad. Ahora robar es más difícil por la tecnología, pero hoy a las armas las suplanta la inteligencia. Es una lucha de cerebros. El más capaz ganará la batalla. Lo más importante es que todos tengamos códigos: los que roban, los que no roban, los canas, los jueces. No puede ser que un ladrón salga a matar con ayuda de la Policía. El caso Candela me dolió mucho. ¿Cómo pueden matar a una nena?
Seguir leyendo

No hay comentarios: