miércoles, 14 de diciembre de 2011

El poder hipnótico de la anécdota

Igual es porque no podemos aprender mucho más. Quizá porque nuestro cerebro cerró las puertas de la asimilación de los grandes conceptos hace mucho. Es posible incluso, que cuando uno comienza a trabajar, comienza a no-aprender como cuando es adolescente. Es sólo por eso, digo yo, que la publicidad como ciudadanos occidentales nos puede interesar, entretener o informar.

La fórmula es parecida a algo que aprendimos hace años “con un poco de azúcar es la píldora que os dan”. El objetivo es el mismo que entonces; vender, vender siempre. Pero ahora sabemos que vivimos en una negociación en la que queremos comprar con azúcar, con una buena anécdota, una parcela en la simpatía del otro.

No somos capaces de aprender conceptos teóricos, nuevas herramientas, por eso vivimos buscando el entretenimiento, incluso el entretenimiento cultural o profesional y eso sin anécdotas no entretiene. Buscamos, nos predisponemos a ello, en el cine, en la música… hay mucho de la hipnosis conversacional ya escrito. Hablo de anécdota como una unidad de significado que atrae, que emboba y que más allá de todo, se recuerda y envuelve el resto del discurso dentro de lo “agradable” de lo “interesante”.

Somos los publicistas creadores de anécdotas, anécdotas que buscan hipnotizar a los agentes de una conversación mundial, atenta y conectada 24/7. Creamos eso que hace que una conferencia sea “inolvidable”, una persona “entrañable”, una situación “divertida” o una relación “maravillosa”. No recordamos a las personas por el total informativo, si no que las recordamos por lo que vivimos, por las anécdotas más o menos grandes que nos dejan.
Si tuviéramos buena memoria apenas habría publicidad, pero nuestra capacidad es corta, tanto, que una buena anécdota la llena. Además ocurre que somos generosos, y si algo nos gusta lo compartimos por dios sabe qué mecanismo psicológico y ahí, en ese gesto que viraliza el mensaje con azúcar (abaratando costes de publicación) está el éxito. El salto de la anécdota al imaginario común.

Nuestro target bastante tiene con la hipoteca, los niños, el trabajo, la crisis… como para estar pendiente de un anuncio que dice lo mismo y de igual manera siempre, si no llega a anécdota no llega a nada.

De Freud:
“Las palabras y la magia fueron, en un principio, una y la misma cosa, e incluso hoy las palabras conservan gran parte de su poder mágico. Por medio de las palabras, uno puede brindar a otro la mayor felicidad o traerle la mayor desesperación; por medio de las palabras, el maestro imparte su conocimiento al estudiante; por medio de las palabras, el orador arrastra a su audiencia y determina sus juicios y decisiones. Las palabras apelan a las emociones y constituyen, de manera universal, el medio por el que influimos en nuestros congéneres.”

Creo que lo nuestro es una industria del mensaje, y desgraciadamente buscamos el éxito. En lo nuestro no hay éxito sin atención, no hay atención sin azúcar, no hay azúcar sin anécdota. Cread buenas anécdotas, gráciles, motivadoras, porque por muchos éxitos o fracasos que acumules, es posible que los olvides, las anécdotas quedarán.

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