sábado, 24 de enero de 2009

Me innunda el pasado

Por qué no se?
Hoy me desperté recordando vieeejjoosss tiempos. Tiempos en que para las vacaciones nos ibamos al campo que más que campo era monte en realidad porque era un pueblito perdido llamado Herrera en Santiago del Estero.
Allí vivía mi abuela paterna, viuda ella con todo lo que eso significa en el monte.
Mataba los chanchos no bien llegábamos (cosa que me parecía horrorosa), traía agua del pozo solita ella, hacía las morcillas con la sangre derramada del pobre muerto recientemente degollado acompañada por las moscas.
Amasaba el pan en el horno de barro que ella misma encendía con la leña que antes había juntado.
Le torcía el cogote a la gallina para la sopa de la noche y se sentaba abajo del árbol a fumarse un cigarro en chala que armaba con mucho cuidado.
Yo le tenía miedo. Mucho miedo. Hablaba tan poco y despacio que era difícil escucharla. Vestía de negro desde ese día que el abuelo murió y para siempre hasta el último día usó esa vestimenta.
Se tensaba el pelo plateado en un rodete. Estoy segura de que tenía larguísimo el pelo pero nunca pudimos ver más que el rodete.
Nunca supe cuanto esfuerzo le costaba mantener esa casa que por tener pisos de tierra en vez de barrer se regaba.
No se quejó ni una vez de nada, ni del tiempo, ni de su soledad, ni de los achaques de la edad.
No recuerdo una sola frase dicha por su boca.
Miento, si recuerdo algo. Hablaba a todos de usted. No tuteo a sus hijos siquiera. Ni hablar a nosotros sus nietos.
A mi hermano lo llamaba el castiguito (por lo mal que se portaba obviamente). A nosotras por el nombre, nunca usó otra palabra para dirigirse a sus nietos.
Se ponía contenta cuando ibamos a verla, lo se porque mataba el chancho. Eso en el monte es toda una demostración de afecto. No reía ni hacía una mueca. Era inexpugnable su pensar.
Murió como vivió. En silencio. Sola. De cansancio supongo yo. Se quedó dura una mañana de verano. Seguro un paro cardíaco.
Como no podía ser de otra manera la enterraron con el vestido negro. Y con el rodete.
Yo la recuerdo siempre fumando en chala. Cuando las mujeres no fumaban. Pero ella tenía derecho porque era como el hombre de la casa.
No pedía permiso ni decía gracias. Miraba profundo, adentro. Y daba miedo.
Por qué hoy la recordaré particularmente?
Será el aniversario de su muerte?
Ni eso recuerdo.

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