domingo, 5 de abril de 2009

Sin comentarios

Estoy leyendo a Truman Capote en alguos extractos de su último libro "Música para camaleones". Y me siento atrapada por la lectura y a la vez no puedo evitar distraerme de ella identificándome con cosas que dice.
Me pregunto porqué esta necesidad de personalizar? Porqué tiendo a compararme, a buscarme en los dichos de otros?
Esto es lo que estaba leyendo:

El invierno pasado caminaba por un cementerio cerca de la orilla del mar en una aldea de Nueva Inglaterra, un lugar donde el mar siempre está muy picado y demasiAdo frío para nadar. Era un cementerio encantador. Las fechas sobre las lápidas color gris verdoso, eran casi todas del siglo diecinueve, con algún tipo de inscripción, algo que revelaba la filosofía del ocupante. Una de ellas decía: SIN COMENTARIOS. De modo que empecé a pensar qué hubiera hecho inscribir yo en mi lápida… La primera inscripción que se me ocurrió fue: CONTRA MI OPINIÓN. Luego pensé en algo mucho más característico. Una excusa, una frase que uso ante casi cualquier compromiso: TRATÉ DE ZAFARME, PERO NO PUDE.(Fragmento de autorreportaje).


Ahí me desconcentré totalmente de la lectura y me puse a divagar. Se me hizo muy patente algunas conductas propias que no entiendo y que se refieren a esto de la lectura.
Me encanta leer. Y me gustan mucho más los libros. No las copias, o los libros virtuales que suelo leer de internet. Sin embargo, o no obstante ello, nunca, casi nunca puedo comprar un libro. Es una especie de falla en la autoestima. Es una tara que no puedo sortear. Los libros me provocan por un lado la necesidad de poseer que no siento por otras cosas. Quiero que sean míos.
Por otro lado siempre tengo la excusa a la mano para no gastar en ellos. A lo sumo me permito comprar uno que otro en esas ferias en las plazas que los venden usados y por lo tanto más baratos.
Yo lo considero un problema de autoestima. Como no sentir el derecho de "derrochar" dinero en libros. Como si algo dijera en que si es justo gastar el dinero.
Sin embargo, hace un tiempo corto, sí me decidí y pedí que me regalaran un libro. De esos que yo nunca me permitiría comprar. En papel biblia y con encuadernación de lujo.
Lo tengo en un lugar de privilegio para mis ojos, casi como un objeto de arte que es necesario exhibir. Tiemblo sólo de pensar que alguien pudiera pedirmelo prestado.
Por qué será que algo que me provoca placer no sea capaz de llevar a cabo casi nunca?
Seguro esto tiene que ver con otras cosas. No con los libros, no con el dinero, no con la disposición económica. Sospecho que es más profundo y oscuro.
Debe tener que ver con esa imposibilidad que me acompaña de darme placer. O sentir ese derecho egoista de priorizarse.
Me pregunto qué tiene que ver este pensamiento con lo leído más arriba. Se me ocurre que nada!

2 comentarios:

Sandra Pasquini dijo...

Mientras te leía tampoco yo pude ni puedo nunca evitar personalizar, por lo tanto lo hice por doble partida, quedé pensando en mi mensaje post mortem (que feo suena) y sin dudas creo que diría: "Lapidaria" ja ja.
Con los libros y la necesidad de poseerlos me ocurre exacto lo que a vos, y no compro por supusto libros nuevos, tan fríos , sin historias , sin pasado, a mi me gusta el olor a libro viejo, y me gusta pensar en sus anteriores dueños, imaginar en que situación fueron leídos, que provocaron luego, porque se desprendieron de ellos y otra tanta cantidad de disquicisiones del estilo.
Y bueno para mí el libro viejo y las librerias de usado (no todas) tienen esa magia que se adquiere solo con el tiempo.
Me gusta mucho tu blog
Saludos

Susa dijo...

Qué lindo giro le diste al tema de los libros. Verdaderamente. Ni siquiera me molesta (mucho)cuando tienen alguna anotación al margen. Son como los hombres. Traen sus huellas.
Me dejas pensando.